Aquí estás, acabas de empezar hace unas semanas una dieta para adelgazar y verte mejor frente al espejo. Estás muy motivada y esta vez, todo parece ir de la mejor manera, ya has perdido unos kilos y no te has perdido ni una clase en el gimnasio.
Todo de maravilla, hasta que de repente te da el antojo de comer uno de tus postres favoritos, aquel que te encantaba cuando eras niña y al que no logras renunciar.
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¿Por qué nos cuesta tanto decir no a determinados alimentos?
Un estudio llevado a cabo por un grupo de investigadores de la Universidad de Basilea y liderado por el profesor Sebastian Gluth, intentó dar una respuesta a nuestro comportamiento frente a la decisión de los alimentos.
El equipo estudió las decisiones de 30 voluntarios, puestos frente a la elección de 2 aperitivos en un listado de 48 y realizado para cada uno, una resonancia magnética funcional para evidenciar la conexión entre el gusto y los recuerdos.
Los resultados de la investigación demostraron que las preferencias alimentarias de los participantes estaban directamente relacionadas con el recuerdo asociado a unos determinados alimentos.
La resonancia magnética realizada en el momento de decisión de los 2 aperitivos favoritos mostró también una mayor actividad en el área de los recuerdos.
El hecho que te encante el chocolate o el pastel de nata, entonces, podría estar asociado a un momento específico de tu vida, de tu infancia quizás, y las ganas irresistibles de comerlo, a la necesidad de sentirte confortado por las emociones que esa situación te recuerda.
¿Comemos a través de las emociones?
Nunca mejor dicho, nuestros gustos son en gran parte, guiados por los recuerdos y las emociones, además de los hábitos culturales y familiares.
Según otro estudio realizado por el equipo de la doctora Elisabeth Loftus de la Universidad de Irvine, se indica que es posible cambiar nuestro estilo de vida y hábitos alimentarios trabajando sobre el sistema de recuerdos y preferencias que construimos a lo largo de la vida. Si es verdad que preferimos lo que nos hace estar mejor emocionalmente, trabajando sobre la “manipulación de los recuerdos” los gustos se verían afectados en consecuencia.
En su experimento, la investigadora logró demostrar que sí es posible engañar la memoria para mejorar la dieta y lograr perder peso. Trabajando con un grupo de personas que de pequeños habían tenido episodios de gastroenteritis por el consumo de huevos, logró convencerles en reducir su consumo y, en algunos casos, eliminar del todo alimentos a base de huevos.
Si el experimento realizado en la Universidad de Irvine ha dado resultados positivos, entonces ¿por qué no aprovechar y experimentar para mejorar la dieta? Inspírate y piensa que, cuando eras niña, la fruta y la verdura eran tu alimento favorito, ¿qué te parece?
Sin duda es un estudio interesante y una inspiración para mejorar la dieta de toda la familia. Piensa en la importancia de la alimentación en la educación de tus hijos, que gracias a tu atención podrán construir unos recuerdos felices y crear sus propias preferencias alimentarias basadas en el consumo de platos sanos y equilibrados.