Han pasado unos meses desde que me planteé cuidarme un poco y ha llegado la hora de hacer examen de conciencia. Cuando me presenté contaba que estaba empezando a pensar en ir al gimnasio con Sofía, que de insistente se hizo pesada, y al final me convenció. Quién me iba a decir a mí que si alguien me preguntaba por el gimnasio le respondería “bien, gracias” con una sonrisa en los labios. ¡Y que no le estaría mintiendo!
La relación de amor con el gimnasio
Me apunté y me lancé a las clases de pilates de cabeza… para descubrir que no es lo mío… al menos de momento, porque a cabezona no me gana nadie y sigo un poco obcecada con el tema. Otra cosa son las clases de zumba, ¡me vuelven loca! ¿Cómo no me iban a gustar con lo fan que soy del baile? Entre eso y los días de salsa con las chicas estoy me siento más ágil que nunca. Javi dice que me ve más feliz que nunca, debe ser eso de las endorfinas del deporte.
Aunque en febrero estaba decidida, me tomé el método Dietline con mucha calma y me puse con el plan estándar. Tenía miedo de que me costará, pero lo llevé fenomenal y perdí casi 5 kilos. ¡5!
Ahora veo la operación bikini en el horizonte y me entra un poco de angustia, la verdad. Porque me siguen sobrando otros pocos kilos y me tengo que poner mucho las pilas. He pensado ponerme a plan, como decían las abuelas, otra vez. Si me lo tomo en serio, llego fijo. La Semana Santa me pilló por sorpresa, pero me niego a que me pase lo mismo con el verano. Que sí, que mis kilos y yo nos llevamos fenomenal y ya tengo vistos unos bañadores años 50 divinos en una web. Pero ahora que he visto que puedo… pues quiero más. Supongo que nos pasa a todas, el ir alcanzando metas nos anima a ponernos unas nuevas.
Las vacaciones son para disfrutarlas
Ya tenemos destino de vacaciones, aunque, como todavía no está cerrado, me lo voy a reservar. Las fotos del hotel parecen hechas en el paraíso. Tiene un acceso privado a una playa de arena tan blanca que deslumbra y las hamacas tienen una pinta espectacular. Mi hoja de ruta pasa por controlarme ahora con la comida… para poder disfrutar en el hotel. Sin pasarme, eso sí, que ya he visto que en el buffet y los restaurantes (sí, en plural, que tiene varios) tienen opciones healthy de lo más apetecible. También me llevaré mis barritas para no pasarme todo el día dándole a la patata frita (es un decir, en semejante hotelazo no creo que nos pongan patatas fritas con las cervezas). El perfecto equilibro entre el yin y el ñam. Y es que hay una cosa que tengo clara: he avanzado mucho en este proceso de aprender a cuidarme y no voy a tirarlo todo por la borda en unos días de vacaciones.
Ya estoy cuadrando en la agenda los posibles vuelos con la cita con la manicurista, la peluquera y el centro de estética. Porque a mí la playa me va a pillar con unos kilos menos y divina. ¡Faltaba más! A ver si arranca ya el reto Siken de mayo en su grupo de Facebook. Estoy deseando ponerme a ello.